I
La
puerta de Chicote empezó a girar empujada por Manuel, que cedió el paso a Lola,
para encontrarse un instante después en de la Gran Vía muertos de risa. Era una
risa floja que no podían parar mientras bajaban por la acera en dirección a la
calle de Alcalá. Los dos sabían perfectamente el motivo de su alegría, que no
era otro que la celebración, bien regada de gin-fizz, de unos merecidos días de
licencia, tras haberlas pasado canutas en el frente de la carretera de Aragón,
con encarnizados combates contra las tropas italianas que apoyaban a Franco.
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